Escrito por: Gilberto Mayoraga.
La concepción del Estado siempre será un tema presente en un programa político electoral, aunque no se exprese explícitamente.
El programa de Claudia Sheinbaum no es la excepción. Refiriéndonos en particular a los 100 puntos que Sheinbaum anunció en el Zócalo de la ciudad de México al arrancar formalmente su campaña electoral podemos ver que su posición frente al Estado comparte las líneas fundamentales de la izquierda lopezobradorista y aún de la cardenista, y que contiene, en general, una visión reformista del Estado. Para esta visión política, el Estado puede ser orientado exclusivamente a partir de las líneas políticas del gobierno en funciones, de manera que el Estado se comporte como una mera línea de transmisión, más o menos compleja, de las políticas de gobierno, cuando en realidad las instituciones permanentes del Estado ponen límites efectivos a las acciones de cualquier gobierno.
El fundamento del plan de gobierno de Sheinbaum se basa esencialmente en la articulación de la reforma económica y la democracia política. Ciertamente en su programa se abre paso la conciencia de la lucha de clases, como cuando se dice explícitamente que se va a gobernar “con la obligada división entre el poder político y poder económico” y cuando Sheinbaum dice: “nunca me comprometeré a ningún poder económico, político o extranjero”.
O sea que el programa se hace eco de la oposición entre poseedores y trabajadores. Pero casi enseguida, esta conciencia da un paso atrás, formulando algo llamado “humanismo mexicano”, evitando así cualquier confusión que pudiera tenerse con el socialismo.
La otra parte es el énfasis en la democracia, entendida como la garantía de las libertades de expresión, de prensa, de reunión y de movilización, reforzando la parte del rechazo a la represión del pueblo por parte del Estado. Se suman además las libertades de credo, política, social, cultural y sexual y el rechazo a cualquier forma de discriminación. Este reconocimiento de la democracia en los terrenos político, cultural y social no va sin embargo acompañado de la formación de una organización política de masas revolucionaria e independiente del Estado, que siente las bases de la libertad política y social de los trabajadores en defensa de los propios intereses de ellos. Éste es un punto débil de la izquierda reformista desde Lázaro Cárdenas, que de una u otra forma han pretendido siempre controlar el movimiento de las masas para evitar su desbordamiento revolucionario.
En resumen, el programa representa el momento más avanzado del pensamiento de la izquierda lopezobradorista, que ha sumado ya la experiencia de gobierno del gobierno de López Obrador y que ha tomado nota de los experimentos, los éxitos y los fracasos de más de 5 años de ejercer el poder Federal, y aunque es un paso adelante en este camino, aún queda por ver un paso decidido al reconocimiento de la raíz verdadera de los antagonismos sociales, o sea la división de la sociedad en clase antagónicas entre poseedores y asalariados, y que la única vía para resolver este antagonismo es el establecimiento de una sociedad socialista, sin la cual, la sociedad solo puede perpetuar una crisis que apenas se alivia a ratos con la aspirina del reformismo.