Escrito por: Jonatan Romero

Claudia Sheinbaum presentó sus 100 compromisos en el zócalo capitalino y el obradorismo acompañó y escuchó atentamente a la posible nueva presidenta de México. El proyecto de nación no tiene grandes sorpresas en lo esencial, porque los fundamentos se replicarán en los siguientes seis años si la abanderada por el movimiento juntos haremos historia gana la elección en este 2024. La cuestión económica resaltará en este comentario y yo avanzaré algunos elementos que considero de vital importancia.

La cuarta trasformación apuesta por una economía planificada, en donde su bastión epistémico depende de la obra de John M. Keynes. Yo no quiero entrar en el debate sobre el origen del modelo keynesiano, por eso mismo, este análisis supone la idea popular de que el keynesianismo es la matriz económica del obradorismo. Claudia Sheinbaum no se aleja de estos principios fundadores y la lógica es darle continuidad en los siguientes seis años. A continuación, el texto abordará los tres pilares del segundo piso de la 4T.

Primero, la economía keynesiana marca como principal fundamento que los principios neoclásicos son erráticos, es decir el equilibrio general forma parte de un modelo estático y la apuesta se debe dirigir hacia la construcción de una teoría general. Claudia sigue estos mismos postulados, pero ella cuestiona el modelo neoliberal, que se inspiró en el marginalismo y pone énfasis en el humanismo mexicano como un antídoto a lo antes promovido en este país. Al final, el modelo keynesiano regresa al siglo XXI.

Segundo, la política económica depende de la propensión al consumo, es decir aquí no se trata de cuanto sube el consumo, sino este como impacta a la oferta y demanda agregada. Entonces, los 100 compromisos tienen como finalidad el aumento de esta variable, es decir el gasto social se convierte en una inversión al crecimiento de la economía. Todos los programas de Obrador se quedan en el próximo sexenio y otros más se anexarán en el gobierno de Claudia Sheinbaum.

Tercero, la política económica también definirá su camino en torno a la eficiencia del capital, en otras palabras, la inversión debe contemplar el aumento del ingreso nacional. Las obras estratégicas seguirán en la plataforma de la izquierda mexicana, porque el Producto Interno Bruto necesita de este oxígeno y el país aumenta su solidez en el mercado interno. En los 100 compromisos, Claudia Sheinbaum lanza una serie de inversiones de capital muy relevantes y el objetivo es fortalecer la economía nacional.

Lo anterior nos lleva a un tema cardinal en el keynesianismo que los pensadores latinoamericanos debatieron largo y tendido en el siglo XX: la factibilidad de pasar de una economía dependiente hacia una industrializada. La industrialización juega un papel muy importante en un gobierno de izquierda, por ende, la estrategia debe contemplar según los cánones: la soberanía energética y la soberanía alimentaria. El proyecto de Claudia no pierde de vista lo anterior y sus 100 compromisos lo hacen valer sin lugar a duda.

La política energética define en términos generales que CFE y PEMEX serán empresas públicas en defensa del mercado interno. El motor de la soberanía serán estas dos empresas, por un lado, la energía se convertirá en un derecho y una mercancía y, por el otro, la petroquímica renacerá con la producción de los fertilizantes. La recuperación del campo será el termómetro de la economía del humanismo mexicano, porque la industrialización deberá despegar el sector primario.

En este terreno, la economía moral, como le gusta llamarle a obrador, tiene un objetivo muy particular que la inflación no se disparé durante su gobierno. Todos estos elementos llevan hacia el camino de la lucha contra el crecimiento de los precios de la canasta básica. La izquierda sabe muy bien que el mercado capitalista suele utilizar a la inflación como un arma en contra de los gobiernos progresistas y, por ende, la planificación se convertirá en el escudo perfecto.

Finalmente, la mejor defensa es el ataque o eso dicen los maestros de estrategia. El obradorismo le gusta la analogía ajedrecista, pues yo la retomo para el final de este escrito. La planificación económica solo sirve para resistir los ataques de los poderes oligárquicos, pero la izquierda debe plantearse la necesidad de avanzar sus líneas y lograr el jaque mate. Otra vez, hasta el momento, la izquierda solo reorganizó sus fuerzas sociales y la política económica amalgamó un sistema defensivo muy eficiente hasta el momento.

La segunda etapa de la 4T no puede pensar en replicar el modelo defensivo, sino que el ataque debe ponerlo en el propio del sistema del tablero. Las oligarquías financieras atacarán en estos años siguientes y la izquierda debe plantear el contragolpe en contra de la derecha. Por lo mismo, el objetivo final del obradorismo no es el llamado humanismo mexicano, pues este solo es una medida de transición como también la planificación económica lo es en última instancia. La meta final es el socialismo y después el comunismo.

La economía moral deberá apostar, tarde o temprano, por la economía socialista. Le guste o no le guste al oportunismo en el movimiento, crean o no crean los apósteles de Obrador. Lo anterior ya no importa, porque el destino está marcado desde que el pueblo salió a votar por la 4T. O nos organizamos en torno al socialismo o la barbarie regresa y pone fin a cualquier principio de esperanza. Por lo mismo, el Plan C no debe estar aislado del debate socialismo o capitalismo y el movimiento proletario debe imprimir su sello.

Dentro del conjunto de reformas constitucionales del Plan C, el articulo 27 está fuera del debate nacional, ya que el oportunismo ni lo quiere tocar en este proceso, pero los fundadores le tienen mucho miedo al tema también. La nacionalización de la tierra no puede dejarse de lado y el principio revolucionario de esa ley debe recuperarse, pero también este debe profundizarse desde una visión marxista. La propiedad del suelo debe estar en manos de la clase trabajadora de México y, solo así, el primer contragolpe será dado a las oligarquías.