Escrito por: Jonatan Romero

La economía capitalista está atrapada en un laberinto bastante peculiar, porque, por un lado, la crisis se encuentra en el propio corazón de esta civilización, y, por el otro, la sociedad burguesa necesita una amplia gama de mecanismos para intentar neutralizar sus propias contradicciones. El marxismo clásico ha intentado de muchas maneras explicar los fundamentos civilizatorios de esta forma social histórica y su postura hizo añicos el mito del progreso de los portavoces de las oligarquías financieras.

Lenin iluminó a la sociedad en su Imperialismo fase superior del capitalismo, puesto que la guerra imperialista fue caracterizada bajo su propia lógica burguesa. Los conflictos bélicos contemporáneos tienen su raíz en los intereses económicos de las clases dominantes y los Estados – Nación responden a las necesidades de la acumulación de capital. Las empresas militares perdieron su velo heroico, si es que algún día lo tuvieron, y, en la actualidad, la conquista solo es una fase más de las leyes de la producción de plusvalor.

Rosa dio una catedra muy importante sobre el carácter del capitalismo, en donde su Acumulación del capital encontró el motor de la tasa de ganancia. En primer lugar, el dominio burgués necesita del despojo en todo el planeta y la violencia debe responder a las necesidades del control de los mercados más allá de los muros metropolitanos. En segundo lugar, la industria militar se ha convertido en uno de los ejes de la economía capitalista y la producción de plusvalor necesita de incentivar el movimiento del militarismo. La paz no existe en el capitalismo y el conflicto incentiva el crecimiento de la civilización en su forma burguesa.

Kondratieff desarrolló la teoría de los ciclos más potente del siglo XX, en donde el economista dedujo la ciclicidad de la sociedad burguesa y, como en la caída, la guerra era un instrumento para contrarrestar la caída de la producción de un país. Esto se considera una revelación en términos generales, debido a que la sociedad burguesa necesita de la producción de armas y conflictos y, con esto, la acumulación de capital encuentra fases de recuperación de forma muy importante. Esta teoría sigue los preceptos de la visión marxista, en donde la economía capitalista se define como un sistema de la guerra de todos contra todos.

Ahora, las tres tesis concuerdan en este tener en que la economía puede recuperarse gracias al conflicto bélico, es decir la guerra contiene un carácter purificador en la dinámica de la producción de plusvalor. Mientras el capitalismo siga existiendo junto con sus leyes, entonces la paz no puede lograrse bajo ningún sentido y las guerras imperialistas seguirán su curso: unas veces de manera silenciosa y otras tantas de manera abierta y cínica. El imperialismo es la forma por excelencia del capitalismo, porque los idearios del siglo XIX quedaron sepultados por las fuerzas oscuras de este sistema.

El marxismo clásico dejo de ser la brújula de la sociedad de izquierda, pero sus tesis siguen teniendo una gran aplicabilidad. Por ejemplo, el SAR-COV2 sorprendió a la humanidad y, en el 2020, la humanidad quedó atrapado en su propia contradicción y la tragedia se convirtió en el motor de la acumulación de capital. Lenin y Rosa una vez más pueden iluminar este escenario y a continuación veremos cuan vigente son las anteriores lecturas.

La sociedad burguesa se enfrentó a un dilema histórico muy complicado, en donde una epidemia puso económicamente hablando al mundo patas arriba. La denominada pandemia obligó a la sociedad a enfrentar un confinamiento general. El gran encierro representó al mismo tiempo una parálisis económica y el resultado fue la caída de la economía mundial. El 2020, el mundo burgués atravesó una crisis de dos dimensiones, por ejemplo, primero, la tasa de ganancia se fue por los suelos en ese año y, en segundo lugar, la economía evidenció su desprecio por el orden natural.

Sobre la ruina económica y la ruina sanitaria, la sociedad capitalista dejó claro que el sufrimiento tiene un carácter de clase. La muerte no le sonríe de manera igual a los oligarcas que a los trabajadores, puesto que los informes revelaron en sus investigaciones que el virus mató en general a la clase trabajadora más pobres. El virus de la desigualdad, como la OXFAM denominó al principal asesino de la población en 2020, fue el principal factor de la tragedia que la sociedad vivió en aquellos tiempos de turbulencia.

La clase trabajadora asumió todos los costos de la crisis civilizatoria del 2020. Primero, los sectores más vulnerables fueron los más afectados en esta época, pues su capacidad de reacción era nula ante la tragedia. Segundo, el sistema de salud fue inexistente en gran parte del mundo y la enfermedad dejo evidenciado el costo social de no tener seguridad sanitaria universal. Tercero, la alimentación dejo claro que, en el neoliberalismo, el proletariado del siglo XIX no tiene garantizada comida suficiente y de calidad. La propia dinámica dejo claro en este sentido que la crisis capitalista es muy profunda o, en pocas palabras, la economía no puede explicar la totalidad de las contradicciones de este sistema.

El propio virus se vuelve en un eje central de la narrativa materialista de la historia, porque la narrativa posmoderna quiso imprimir una idea de la negación del problema y la visión positivista escondió el carácter de clase de la tragedia sanitaria. La economía capitalista demostró en pocas palabras, porque la pandemia aumentó la capacidad destructiva de la burguesía con su entorno ecológico. El dilema histórico y natural quedó en el centro del debate, ya que la devastación ambiental tiene consecuencias muy graves en la vida humana. El capitalismo ha dejado claro que la vida misma está en crisis en todo el sistema.

No existe evidencia alguna de que la economía capitalista sea la forma más perfecta de la humanidad y, todo lo contrario, la crisis civilizatoria manifestó su capacidad de destrucción de esta sociedad. La modernidad burguesa ha demostrado su verdadera cara, en donde la promesa del paraíso quedó sepultada en esta coyuntura y el infierno se instaló como la conclusión del llamado neoliberalismo. Pero, en este momento, la crisis se ve muy lejana, porque los indicadores se han normalizado y, en este caso, nosotros debemos dejar claro que permitió esta posible recuperación.

Los índices económicos han pasado de números negativos a unos bastantes positivos, pero la cuestión radica en el fundamento de esta aparente estabilidad. Muchos dicen en estos términos que la libertad de mercado encontró su equilibrio general y, por el otro, un modelo soberanista está tomando el control de la política económica. Es decir, unos hablan de la fortaleza de Adam Smith y otros hablan del retorno de Keynes. Pero, la realidad es otro, porque el despegue económico se debe a la guerra imperialista.

Ucrania representó la primera fase de la guerra imperialista en esta fase de la economía capitalista, porque Estados Unidos presionó a Rusia por el control del mar negro y, de ahí, la economía comenzó a organizarse dentro de la industria militar. El resultado fue claro sobre este tema, ya que gran parte de las oligarquías tuvieron grandes ganancias y su tasa de beneficio se incrementó en esos momentos. Kondratieff tuvo un gran acierto en darle un peso grande a la guerra y a esta la presentó como una forma de acumulación de capital.

El pueblo palestino se encuentra secuestrado por la guerra imperialista y, por lo mismo, el interés de Israel no es tanto recuperar la tierra prometida, en todo caso el objetivo se encuentra en el control de mar mediterráneo. El canal de Suez se convierte en el botín por excelencia de la acumulación de capital, debido a que la ruta de la seda tiene un vínculo cardinal en ese circuito comercial. Estados Unidos necesita el control de esa ruta y su motivo se centra en el aumento de la tasa de acumulación. Las oligarquías petroleras, militares y bancarias se han beneficiado en este contexto y el genocidio le ha dado grandes sumas dinero a los dueños del dinero.

Yemen contratacó después de la fase genocida del Estado de Israel, pero esta respuesta debe concentrarse en el control del mar rojo. La ruta de la seda depende mucho del tránsito de las mercancías por esa ruta y Estados Unidos debe ponerle un alto a la influencia de China en esa región. El imperialismo está encontrando su solución de espacio y tiempo y el capital financiero está dispuesto a incendiar ese cuerpo de agua. El conflicto bélico toma su relevancia no porque este se base en la defensa de la democracia o la libertad, sino la guerra comercial quiere frenar a la segunda economía a nivel mundial.

Tarde o temprano, Irán será el objetivo de la guerra, porque el golfo pérsico es el objetivo del imperialismo. La respuesta militar era cuestión de tiempo, por eso Israel buscaba el conflicto con el país conocido como la tumba de los faraones. Por eso mismo, a los dueños del dinero les asaltó la sorpresa el contraataque, porque el capital financiero si puede agredir los países orientales, aunque si estos defienden su soberanía entonces el derecho internacional los pone como agresores. Al final, el materialismo histórico debe poner énfasis que la ley del imperialismo es la devastación de los pueblos que no comparten los idearios de la modernidad americana.

La guerra imperialista busca las reservas de materias primas de la región del oriente, es decir Ucrania, Palestina e Irán solo son una estación hacia el control de los recursos energéticos. El petróleo y el gas se convierte en la recompensa de quién logre ganar esta guerra, pero, por el momento, el conflicto ayuda mucho al incremento de los precios de petróleo. Las grandes corporaciones petroleras ganarán mucho por el aumento de los hidrocarburos y estas esperarán el control de la zona para tener el control de este recurso natural.

La ruta de la seda se ha convertido en uno de los polos de crecimiento de la economía mundial, los reportes del FMI dictan de alguna manera que el comercio internacional se ha vuelto en el motor de la dinámica capitalista en este siglo. Estados Unidos quiere el control de este circuito comercial, porque 1) Europa debe encontrar la forma de conectarse con el sistema mundo y 2) China quede sitiada frente a los intereses económicos de las oligarquías financieras. El juego geopolítico se ha convertido en un tablero para que el capital comercial se posicione en esta zona esencial.

El imperialismo está buscando las reservas de mano de obra más grande del país y, por lo mismo, Irán se convierte de alguna manera en la puerta hacia la reserva de trabajadores más cotizada de esta época. China e India son muy atractivos, porque 1) su territorio es muy vasto y 2) la cantidad de población en estos países representa una cantidad considerable. El avance de Estados Unidos solo sintetiza la necesidad del capitalismo de que la clase trabajadora asuma los costos para aumentar la tasa de ganancia.

La conclusión política muestra una lección muy importante, ya que el capitalismo muestra su cara. La civilización se muestra tal como es, porque la muerte se puede vestir de una señora de abolengo, pero la sangre corre por todos lados. El dinero se vuelve en el motor de este infierno y los demonios nuevos se hacen presente con sus grandes empresas. La vida deja de tener importancia en esta forma social y el plusvalor se vuelve en el eje central de la humanidad en su forma artificial. Mientras el capitalismo exista en este mundo, la barbarie será la regla.