Por Gilberto Mayoraga.

Al hablar de Lenin se hace comúnmente referencia a su papel en la revolución rusa, pero sin reparar demasiado en las características que lo convirtieron en el mayor líder de ese periodo histórico. Lenin cambió la historia no en un sentido figurado ni por mera influencia sino a través de su actividad revolucionaria teórica y práctica dentro del movimiento revolucionario ruso y mundial. Para Lenin no se trataba de teorizar acerca de la Revolución ni esperar a que alguien más la realizara en el futuro, la cuestión de la revolución era cómo realizarla con los medios disponibles en el momento presente y con la gente realmente existente, no tratando con una clase abstracta e inexistente.

Contrariamente a lo que se suele creer, Lenin no era un teórico convertido en revolucionario ni un revolucionario que hacía teoría, Lenin era un revolucionario que investigaba y resolvía científicamente los problemas de la revolución, con las herramientas del materialismo dialéctico en la mano. Es decir, Lenin enfrentaba los problemas teóricos de la Revolución socialista y lo hacía con las herramientas desarrolladas por Marx y Engels. Una vez que exponía el problema que enfrentaba el movimiento revolucionario buscaba la solución siempre desde un punto de vista de clase de la clase proletaria.

Esto ya por sí mismo es suficiente para diferenciarlo tanto de otros revolucionarios como en general de los teóricos de la época, que muchas veces procedían de diferentes grupos sociales y desde este origen de clase enfrentaban los problemas de la lucha política y social revolucionaria, sin muchas veces trascender los límites ideológicos de ese origen de clase. Por tanto, Lenin no fue un líder más del comunismo, sino el sucesor mismo de Marx y Engels.

El leninismo, como ya ha sido descrito, es el marxismo de la época del imperialismo, por ello es imperativo observar con atención el método de Lenin a lo largo de su obra revolucionaria, tanto en su biografía como en su copiosa obra escrita, que es uno de sus mayores legados. En ella no es raro encontrar muchos textos polémicos donde enfrenta su posición a la de otros teóricos marxistas. Una cosa que es peculiar de estos textos es cómo Lenin no refuta ni ataca ni se pone frente a sus rivales teóricos lanzando meras consignas o frases grandilocuentes, sino que realmente “desmantela” los argumentos de sus opositores mediante la aplicación metódica de la dialéctica materialista. Este proceso casi se puede ver paso a paso en sus escritos, por ejemplo, en las polémicas con los populistas rusos, con Kautsky, con Bujarin, con Bogdanov, con Martov y con un largo etcétera. Este desmantelamiento, cabe decir, exponía, paso a paso, el núcleo fundamental de la posición de sus adversarios y una vez expuesto lo confrontaba dialécticamente a fin de lograr una completa delimitación de ambas posiciones, despojando a las posiciones oportunistas y revisionistas de sus camuflajes progresistas y revolucionarios, con lo cual, así expuestos a la luz, acababan derrumbándose casi de manera espontánea, aunque en realidad era la labor teórica de Lenin la que llevaba a cabo esta “demolición”, de manera metódica e implacable hasta no dejar más que una pila de escombros de los argumentos rivales. Pero es peculiar que siempre se busque desacreditar o menospreciar la obra leninista como mero producto de un “mal humor” de Lenin (¡!) lo que dice en realidad más de sus críticos que del propio Lenin, porque prefieren así desentenderse del fondo de la crítica de Lenin a sus rivales.

Además, no hay que olvidar que el medio revolucionario ruso de la época era altamente polémico y las posiciones se defendían con bastante virulencia, inclusive llegando casi al enfrentamiento personal, pero a fin de cuentas lo que se estaba realizando era la delimitación de campos teóricos y prácticos de clases diferentes. Por este medio se desarrolló efectivamente una depuración de las posiciones oportunistas que afloraron una y otra vez a lo largo del desarrollo de los movimientos políticos de la revolución rusa, de manera que el papel de Lenin fue fundamental para esclarecer las posiciones políticas de los distintos partidos de Rusia y las polémicas fueron una herramienta dialéctica de la revolución.

Hace pocos días, en un programa dirigido por el político y periodista español Pablo Iglesias, un profesor argentino lanzó la expresión de que el siglo XX puede llamarse el “siglo soviético”, o más aún, el “siglo leninista”. Cabe recuperar esta expresión pues realmente el siglo XX fue un siglo leninista e inclusive podemos decir que continuamos en el siglo leninista dado que seguimos bajo el imperialismo como expresión del capitalismo a escala planetaria.

Sobre la evolución teórico-práctica de Lenin podemos aún agregar que ésta comienza en el campo de la economía política, haciendo una crítica demoledora de los movimientos populistas rusos que hacia la época de Lenin ya se habían acercado mucho al liberalismo, al pensamiento liberal. Aquí Lenin realmente descifra el movimiento económico de Rusia, que se encamina ya hacia un capitalismo pleno aún bajo la férula del zarismo, aun cuando el zarismo era básicamente un régimen semi feudal. Lenin va a fundamentar con base en este estudio su estrategia política descrita en los textos “Qué hacer”, “Por dónde empezar” y “Un paso adelante, dos pasos atrás”. Estos textos serán la base para la fundación del partido obrero socialdemócrata ruso, que tendrá un papel de primer orden en la revolución de 1905.

Después de la derrota de la Revolución de 1905 y la desorganización del movimiento revolucionario ruso que siguió, serán tiempos difíciles, pero de nuevo Lenin continuará la labor de organización y ahora enfrentará la contestación interna de los propios miembros del partido bolchevique, que encubren una tendencia hacia el oportunismo bajo una cobertura filosófica, de ahí que Lenin emprenda la crítica de esta nueva filosofía en su obra “Materialismo y empiriocriticismo”.

No pasará mucho tiempo para que el conflicto entre las naciones capitalistas más desarrolladas desemboque en la Primera Guerra Mundial de 1914.

De nuevo la crítica de Lenin se enfocará a los nuevos desarrollos del capitalismo y esto lo podemos observar en obras como “El imperialismo fase superior del capitalismo” y “El estado de la revolución”. En estas obras, Lenin hace un balance de las fuerzas que condujeron a la guerra, pero no se queda ahí, sino que también se dedica a elaborar las tácticas de la Revolución en esta nueva circunstancia, de ahí la consigna de no hacer acuerdos con las clases capitalistas de cada país, sino que hay que enfrentar la guerra mundial imperialista con la guerra de clases del proletariado mundial contra los dominadores. Esto naturalmente chocó con aquellos oportunistas que estaban de acuerdo con las burguesías nacionales de sus respectivos países para apoyar el esfuerzo de guerra de cada país, lo que estaba de hecho en contra de los intereses de sus respectivas clases proletarias. Lenin llamó a esta política una abierta traición a la causa de la revolución proletaria y se lanzó definitivamente a la tarea de hacer posible la revolución en Rusia en el marco político y económico de la Primera Guerra Mundial. Esta política resultó ser la única acertada y demostró una vez más la genialidad de Lenin, así como su compromiso absoluto con la causa de la Revolución proletaria y con el bienestar del proletariado, mismo que continuaría manteniendo a lo largo de la Revolución y de la guerra civil que los reaccionarios, los oportunistas y los gobiernos imperialistas, lanzaron contra Rusia a partir de 1918 en represalia contra la revolución de 1917.

Hacia el final de sus días, Lenin dejaría un régimen ya firmemente establecido en la Unión Soviética, con las fuerzas reaccionarias derrotadas, los oportunistas fuera del poder y las potencias extranjeras mantenidas a raya, si bien la revolución en Europa no llegó a materializarse, ya que fueron derrotadas tanto la Revolución alemana de 1918 como la Revolución húngara de 1919, y en general, las luchas de los proletarios de Europa sufrieron un revés; de manera que las organizaciones proletarias de Europa y los EEUU, salvo una minoría que se agrupó en la Tercera Internacional leninista, se vieron constreñidos al estrecho marco de la democracia burguesa triunfante y de los tratados de Versalles de la posguerra.

En 1924, tras más de un año de sufrir una parálisis casi completa, Lenin habrá de terminar su existencia, sin embargo, queda profundamente insatisfecho con lo alcanzado. Hasta el final continuó batallando, contra todo esfuerzo de sus médicos, en contra del burocratismo que empezaba a crecer dentro del Estado soviético, lo cual demuestra que, para Lenin, el compromiso revolucionario no se limita a sentarse en los laureles de los triunfos alcanzados, sino que constituye una lucha permanente hasta alcanzar el verdadero y último objetivo de la clase proletaria revolucionaria, o sea, constituir el poder real del Estado proletario sobre la sociedad, o sea, la democracia de los proletarios, pero considerando siempre que este es un poder que finalmente se extinguirá para dar paso a una sociedad realmente libre y próspera, la sociedad comunista.