Escrito por: Jonatan Romero.
El 5 de abril aparecieron los primeros pronósticos del Producto Interno Bruto de México en donde más o menos la predicción marcaba lo siguiente: Banco Mundial (1.5%), el Fondo Monetario Internacional (1.7), la CEPAL (1.8%), Banxico (1.1%), Banamex (1.6%), BBVA (1.2%), JP Morgan (1.4%) y la Secretaría de Hacienda (3%). La conclusión es bastante clara, ya que, hasta ese momento, “los especialistas” no creían en un “milagro mexicano 2.0”. Para muchos, el derrumbe productivo era inevitable, puesto nunca han confiado en el gobierno de la 4T. La apuesta siempre fue en contra de la economía del país y hasta pareciera de alguna manera que esperaban con ansias la caída dramática del indicador predilecto del crecimiento económico.
El 21 de abril, las cifras se movieron un poco sobre lo dictado en días previos. Las instituciones más prestigiosas dieron los siguientes resultados: Secretaría de Hacienda (3.0%), FMI (1.8%), OCDE (1.8%), Banxico (1.6%), CEPAL (1.5%) y Banco Mundial (1.5%). En pocas palabras, la tendencia era a la mejora, pero el escepticismo sobre un crecimiento económico estaba lejos de las predicciones de las grandes instituciones. De alguna manera, el orden económico de la 4T no estaba en los ánimos de los representantes del orden neoliberal y la venganza se trasladaba a los datos. Por un lado, el gobierno de Obrador lanzó una proyección muy entusiasta de 3% y, por el otro, las representantes de las corporaciones trasnacionales cerraban con la caída de la economía mexicana.
Para el 7 de junio, las cosas han cambiado mucho, ya que la guerra de las cifras comenzó a cambiar de rumbo. Mientras el Banco de México como el Banco Mundial no daban ni un centavo por el crecimiento económico de México en 2023, ya en estas fechas su pronóstico cambió radicalmente: BM (2.5%) y Banxico (2.3%). Las dos grandes instituciones bancarias no pudieron ocultar el sol con un dedo y sus deseos fueron superados por las prácticas novedosas de un gobierno diferente. Mientras el mundo entero se aferró a las reglas viejas, pues, en México, el neoliberalismo está mutando poco a poco y uno de los resultados a la vista es el rendimiento anual del PIB que tendrá el país en 2023.
Frente a este proceso, este escrito quiere recuperar tres informes muy interesantes para entender los aciertos, pero también los retos a los que se enfrenta la economía mexicana. Para tal tarea, yo me apoyaré en los siguientes elementos:
BBVA México había manejado una cifra de 1.6% y, para el 14 de junio, el crecimiento económico lo movió a la cifra de 2.4%. En otras palabras, “el milagro mexicano” nuevo ya no es una esperanza sino se convirtió en una realidad o al menos las corporaciones transnacionales no pueden desmentir tal afirmación. Ahora, el Informe Situación de México predijo el crecimiento económico y, según esto, tal rendimiento se debe a los siguientes puntos: por la demanda interna, la inversión privada y las remesas. En otras palabras, las políticas de gasto social y el aumento de los salarios de la 4T han dado resultados favorables y existen reglas muy precisas que han detonado este proceso histórico.
El equipo de los economistas de JP Morgan mencionó en varios documentos e informes con el Banco Mundial que el crecimiento de la economía mexicana tiene dos motores muy importantes: 1) la confianza de los empresarios ha aumentado mucho en esta segunda parte del sexenio y 3) la inversión del capital fijo fue un elemento determinante para que se cambiara el futuro del PIB de este año. De esta manera, los analistas más respetables por el neoliberalismo han puesto otro elemento más para impulsar la economía mexicana. En ese sentido, hasta el momento, los informes lanzan cuatro motores de la economía a nivel general: 1) las remesas, 2) la inversión extranjera directa, 3) consumo interno y 4) la inversión en capital fijo por el gobierno.
Finalmente, Rodrigo Carral mencionó que 1) “la relocalización de empresas daría 1.2% porcentuales del PIB extra y, en el mejor caso, alcanzaría a dejar hasta 2.8%” y 2) “México tiene un potencial muy grande para el nearshoring”. Petya Koeva Brooks dijo lo siguiente: 1) ”Lo que hemos encontrado es que varios países verán un efecto negativo por este fenómeno en lo que se refiere a la inversión extranjera directa, es decir, no muchos países podrán tomar ventaja o se beneficiarán de ellos” y 2) “México será de las pocas naciones que sacarán provecho en el mediano plazo”. En ese sentido, las normas nuevas del capitalismo contemporáneo están dando nuevas pausas de acción y todo parece indicar que el gobierno de la 4T está en esa lógica mientras los otros países juegan con las reglas del neoliberalismo.
La Cuarta Transformación ha iniciado un proceso histórico en donde ha colocado en el centro del debate el cambio del paradigma económico neoliberal. Mientras la economía rentista apostó por la libre competencia, por el otro, la democracia plebeya apuesta por la planificación económica. Cuando la clase dirigente incentiva los corredores financieros, la democracia plebeya detonan la inversión en capital fijo. Por un lado, la burguesía y los terratenientes limitan el consumo al mínimo, por el otro lado, la democracia plebeya impulsa a la economía mediante el Gasto social. El cambio de época económico ha comenzado con Obrador, pero ese mismo camino está en disputa permanente por la burguesía y el proletariado.
Una conclusión preliminar marca tres direcciones diferentes que parte de un punto central: el modelo de acumulación neoliberal está colapsando y su destino es desaparecer de este mundo. Frente a la anterior hipótesis, tres líneas de acción aparecen dentro del derrumbe del orden económico previo y estas son las siguientes:
Primera, las corporaciones trasnacionales no pretenden que sus privilegios queden comprometidos mediante una forma social diferente al capitalismo, entonces ellas buscaran una forma de acumulación menos salvaje que puede denominarse keynesiana. En donde, la negociación parta de la colaboración entre los burgueses y los proletariados, es decir la dominación del capital sobre el trabajo asalariado sea menos agresiva. El freno intentará neutralizar el conflicto de clases derivado de la crisis capitalista y, por ende, estos planificarán el dolor y la angustia que significa vivir en un orden tanático.
Segundo, la ultraderecha despierta dentro de la crisis capitalista, ya que la decadencia del capitalismo exige reforzar los mecanismos de dominación a nivel mundial. En otras palabras, una parte de las elites no quiere ninguna negociación con los proletarios y, por supuesto, no pretende negociar o planificar el dolor humano dentro del capitalismo. Por otra parte, este sector de la humanidad no solo quiere seguir con el proceso de dominio, sino que quieren profundizar la barbarie, la derecha dice abiertamente: no vamos a parar y vamos a intensificar el dominio del capital sobre la humanidad y el planeta. El neofascismo parece ser esa frontera lógica que el capitalismo apostará dentro del orden mundial nuevo.
Tercero, la izquierda mundial no quiere negociar con las élites y tampoco quiere llevar hasta sus últimas consecuencias la libertad del capital para explotar. El pueblo quiere un cambio de paradigma en donde el 99% de la población pueda gobernar sobre ellos mismo y también sobre el 1%. La única salida es el cambio del sistema económico, es decir que la dialéctica entre el trabajo asalariado y capital sea superada por una forma humanista. Un nuevo orden mundial debe apostar por el equilibrio entre la humanidad y la naturaleza y para ello se necesita transformar radicalmente a la civilización burguesa. Lo que quiere y requiere la humanidad del siglo XXI es construir el socialismo para llegar al comunismo.