Hacia un Plan México Socialista
Donald Trump toma protesta este 20 de enero, en donde, contra todo pronóstico, su política exterior no parece ceder ante sus promesas de campaña y lo que más atrae a la opinión pública es la relación con México. Si bien la relación México – Estados Unidos no tendrá cambio significativo en los siguientes años, porque el imperialismo siempre querrá someter a sus colonias, pero, en este momento, la cuestión toma un punto diferente. Por un lado, Claudia Sheinbaum representa una voluntad social que busca mejores condiciones para su soberanía y, por el otro, la potencia militar encuentra su mejor alfil en un empresario que sintetiza la versión más cínica de la acumulación por despojo.
Para muchos esto podría significar una cuestión muy exagerada, porque, para muchos, Trump no expresa el lado más violento del imperialismo en su versión americana, sino que, hasta cierto punto, algunos creen en su proyecto de romper con la política tradicional. Hay otros que, sin lugar a duda, se dejan llevar por una narrativa catastrófica, por eso mismo sus conclusiones podrían ser apocalípticas sobre el destino del mundo y, de ahí, el futuro no será nada esperanzador. Yo, por ejemplo, diría en estos términos que el horizonte no se puede determinar de manera tajante y, por eso mismo, el horizonte no puede ser otro que el mismo que ha trazado la sociedad burguesa: socialismo o barbarie.
Aquí se encuentra el tema central de este dilema, porque muchos obradoristas siguen teniendo esperanzas en un capitalismo consciente y su creencia los lleva a sostener sobre una posible tregua permanente entre burgueses y proletarios. Algunos están entusiasmados con la idea de que la Cuarta Transformacionales pueda hacer alianza con las oligarquías y, entonces, la lucha de clases finalice mediante un apretón de manos. Este grupo de la sociedad solo expresa su carácter burgués en toda la extensión de la palabra, si ellos eligieron luchar en la izquierda fue porque sus pocos privilegios colapsaron en el neoliberalismo y, por ende, su pensamiento enajenado les impide ver el desenlace claro de esta lucha de clases.
Otro grupo está atrapado bajo una figura bastante posmoderna, en donde, una especie de futuro apocalíptico ya se convirtió en algo inevitable y, en ese sentido, el desenlace estará determinado por el fin de la propia humanidad. Aunque, este pronóstico puede acusarse de exagerado por sus premisas subidas de tono, pero las condiciones históricas no dan incentivos para opinar una cosa diferente y, por eso, esta postura puede ser de las más certeras. La debilidad de este tipo de pensamiento se encuentra en seguir un lineamiento muy estrecho, en donde el choque de fuerzas no existe en ningún lado y el destino se convierte en oscuridad.
La dialéctica proletaria no tiene tanto margen de maniobra en este contexto, porque, primero, la economía burguesa ha expresado su límite histórico hace mucho tiempo y, segundo, no importa el bando, el futuro de la humanidad se llama socialismo. Trump no significa frente al movimiento obrero alguna cuestión sorpresiva, puesto que la civilización burguesa sólo expresa su necesidad de salir de sus propias contradicciones y, por ende, la conclusión es muy concreta. O la sociedad burguesa aplica sus mecanismos de defensa que, en este caso son el uso de la violencia en todas sus dimensiones, o un movimiento revolucionario asume su tarea histórica y convoca a la toma del poder por parte de la clase trabajadora.
La crisis histórica, en la cual se encuentra Estados Unidos, está sostenida sobre las bases de sus propias leyes, por lo cual, el declive viene marcado por su propio ascenso dentro de la historia de la humanidad y el corazón del dilema se encuentra en la propiedad privada de los medios de producción. Si el socialista quiere contragolpear el nuevo ciclo del imperialismo, pues, en este caso, la política exterior de México debe ser el fortalecimiento de una economía proletaria y, desde ahí, el camino debe centrarse en encumbrar a la clase trabajadora. Un verdadero proyecto mexicano que quiera enfrentar al intervencionismo americano, no puede venir de la mano de los principales vendepatrias que son las oligarquías, sino que los invitados deben ser los trabajadores mexicanos.
La única manera de detener a un ser humano como Trump no es llamando a las oligarquías que estas solo se mueven bajo la garantía de sus beneficios, sino que el protagonista debe ser el proletariado. De lo que se trata no es de negociar algo que es innegociable para el imperialismo, puesto que para ser imperialista se necesita de tener colonias, por eso de lo que se trata es de enfrentar al enemigo con política revolucionaria y radical. La dialéctica proletaria, en este tenor, remarca abiertamente la idea de que un Plan México no puede sostenerse bajo el abrazo de las clases dominantes, sino que debe tener como plataforma una serie de nacionalizaciones estratégicas con el aval de la clase trabajadora de esos sectores.
Primero, el gobierno de Claudia Sheinbaum debe plantear sí o sí una estrategia de control de los recursos naturales del suelo y subsuelo de este país, en donde la tierra deje estar en manos de las oligarquías y este recurso sea centralizado bajo las manos del Estado. Una vez que la tierra sea nacionalizada, entonces los trabajadores de la tierra deberán tomar el mando productivo y, con base en un plan, el producto del suelo de México debe estar bajo las necesidades de los mexicanos. Esta política pondrá en el centro en la recuperación de la soberanía sobre nuestro territorio, también ayudaría mucho al fortalecimiento de la agricultura en este país y, por supuesto, el narcotráfico será derrotado en su raíz.
Segundo, las principales empresas públicas productivas deben ser cien por ciento mexicanas, en donde estás estén bajo el control del Estado mexicano y, por lo mismo, ningún capital privado debe tener sus manos dentro de estas compañías. Las principales empresas en este sentido deben estar centralizadas en los sectores estratégicos, en este caso los recursos naturales estratégicos no pueden estar bajo el control mixto, sino que una empresa pública debe controlarlo todo en esta materia. El fin último debe ser la recuperación de la soberanía estratégica productiva, pero, también, esto debería impactar en el modelo de industrialización del país y, así ponerle fin a un proceso de transferencia de valor que nada le beneficia al país.
Tercero, el Estado mexicano debe recuperar los medios de transporte en todo el país y, al mismo tiempo, los centros de comercialización deben ser puestos al servicio del pueblo de México. La nacionalización de la fase circulatoria del capital es una necesidad impostergable, ya que mucha de la opresión moderna pasa por no respetar la ley del valor en el momento de la compra y venta de las mercancías y, así, las ganancias extraordinarias crecen de sobremanera. Este proyecto debe estar acompañado con un programa de restauración de personal, en donde el trabajador se haga cargo de la circulación de las mercancías y este esté acordado bajo un plan cuyo objetivo se centre en las necesidades del pueblo de México.
Cuarto, la banca privada debe erradicarse de este país, en donde sus ganancias son muy altas, y está siempre negociando con los demás por una cuota más amplia. La 4T no puede dejar de lado este hecho, en ese sentido, un plan de nacionalización de la banca es más que necesario y, por ello mismo, el control de esta debe pasar a manos de un gobierno que aspire a representar a los más pobres. Por eso mismo, los trabajadores de la banca deben estar ahí en ese proyecto en defensa de México, porque ellos podrán sacar la tarea tan importante que es, en este sentido, defender a México de Trump.
Finalmente, un verdadero Plan México no puede tener a las oligarquías en primera fila, sino que los invitados de honor deben ser los trabajadores de los sectores a los cuales hay que nacionalizar en esta etapa. Los trabajadores siempre han dejado en claro que, no importa lo que pase, ellos siempre van a apoyar a México, pues, el proletariado mexicano es el único que podrá detener a Trump. Como lo he dicho anteriormente, este hecho sólo refuerza la idea de que el futuro será socialista que las oligarquías nunca podrán entender la importancia de defender a este país y que solo la clase trabajadora salvará de Trump a la clase trabajadora.
