Escrito por: Jonatan Romero

La Cuarta Transformación abrió supuestamente una época nueva que, según esto, la izquierda nunca ha atravesado en la historia del mundo. Por un lado, el modelo de nación de Obrador es único e inigualable y, por el otro lado, la forma de hacer política nunca la hemos visto en el mundo y la izquierda ha madurado como nunca en este proceso. Lo interesante radica en la idea de que este no ha sido el primer movimiento que cree que ha hecho las cosas de manera única.

Los arquitectos del progresismo mexicano se sienten tocados por los mismos dioses. Según su ficción, sus tácticas son de orden superior y los de a pie no tenemos el derecho de replicar, sino nosotros somos considerados soldados de la derecha. Lo que la realidad dice de forma contundente que George R. R. Martin escribió en su novela “Canción de hielo y fuego” una fábula mucho más cercana a la realidad mexicana. Según esto, La danza de los dragones fue una batalla fratricida en donde el juego por el poder llevó a la ruina a una familia muy poderosa.

La fábula puede convertirse en una realidad, pero la diferencia radica en este momento en que los protagonistas, de esta historia parricida hablando políticamente, no cabalgarán por los cielos con dragones. Las tentaciones del poder no son fáciles de controlar en los tiempos del capitalismo y los movimientos racionalistas siempre traen un peligro bastante grande. El pragmatismo o la eficiencia política siempre le abre puertas a la derecha en tiempos donde todo el poder se le debe dar al pueblo.

En tiempos de revolución, al adversario se le debe combatir hasta la derrota, en este caso política, porque si sobrevive, entonces las consecuencias son muy grandes.

Los protagonistas han sido invitados al banquete de la llamada Cuarta Transformación y la izquierda hizo los cálculos propios en este tenor. Aquí vale decir que el pueblo se convirtió en un buen comparsa y su voto fue convocado con una vehemencia casi providencial. Después de que el pueblo politizado dio una catedra de cierres de filas y este le entregó la mayoría en muchos lugares. Ahora que el soberano requiere transparencia en los perfiles de izquierda, pues la dirigencia afirma en estos días que nosotros debemos callar y obedecer por un bien mayor.

En esta danza de pragmáticos queda clara una sola cosa que el pueblo no ha sido convocado al banquete. Frente a este suceso, la izquierda debe plantearse dos hipótesis de trabajo muy importantes: primero, la degeneración de Morena es un hecho y, segundo, la clase trabajadora tiene en sus manos darle un giro a la izquierda al partido que tanto trabajo le costó formar desde el 2012. La burocracia no tendrá piedad en seguir utilizando el llamado capital político que a Obrador le costó tanto trabajo edificar y sacar ventaja por el control del poder después de septiembre.

La izquierda debe plantearse por última vez que la Cuarta Transformación necesita otra cruzada política, pero, ahora, la clase trabajadora debe protagonizarla dentro del huracán que la burocracia progresista va a detonar en un futuro. Esta cruzada debe enfocarse en esta primera fase desde la democracia, es decir el pueblo debe plantearse como ganar espacios de representación popular y estas victorias deben respetar las reglas del propio movimiento. El punto está ahí mismo, porque, en este momento, la clase trabajadora no puede ganar.

La clase trabajadora debe transitar hacia una conciencia progresista a una revolucionaria, es decir su posición debe dejar el sistema defensivo para que el ataque se vuelva en la fase de lucha en contra de la economía capitalista. Pero, la consciencia de clase no puede darse en un pensamiento puro, es decir los revolucionarios deben mojarse en la construcción de una hegemonía proletaria. Los que no tienen medios de producción deben encontrar sus fuerzas revolucionarias y, en ese sentido, la convocatoria debe contemplar una consigna básica como “devolverle al pueblo todo lo robado”.

05 de julio de 2024