Escrito por: Jonatan Romero.

En 1979, el Partido Socialista Obrero Español hizo una definición política que impactó a la conformación de la izquierda de España. Felipe González mencionó en el Congreso que 1) “Marx no se puede tomar como un absoluto” y 2) “hay que ser socialista antes que marxista”. Al final, la dirección del partido apostó por una política diferente a la que propone una vanguardia revolucionaria. La España socialista decidió de manera contundente que los cambios se deben hacer en este lugar, pero de forma mesurada y el partido ya no puede ser marxista. Este revés será determinante para la organización social de gran parte del proletariado de ese país.

POEMOS apareció como una frontera organizativa que podía darle un golpe definitivo a la política proto-fascista de España. Mientras la clase trabajadora esperaba los cambios radicales, por el otro lado, la derecha nueva confabulaba con un partido que se vestía de izquierda. Ellos abiertamente niegan al marxismo como una herramienta de cambio social y, en todo caso, a Marx lo reducen a un especialista en la sociología. En sus propios principios organizativos, PODEMOS son muy claros en sus objetivos: “el partido es una organización política orientada a promover y defender la democracia y los derechos humanos en todos los ámbitos de la sociedad”. En todo caso, los cambios deben llegar a España, pero deben ser de forma mesurada; otro síntoma del método oportunista.

El gobierno de coalición entre PODEMOS y PSOE estaba destinado al fracaso total cuando ellos mismo habían saboteado los principios básicos de la izquierda. Su antimarxismo los hizo cometer errores políticos muy graves que la clase trabajadora española jamás perdonó, como, por ejemplo, 1) impulsar una agenda en contra de las mujeres proletarias, 2) no tocar y defender los intereses de las grandes inmobiliarias, 3) apoyar a la OTAN en su política suicida contra Rusia, 4) no defender la soberanía energética frente a los grandes monopolios y 5) no apoyar a la clase trabajadora en plena crisis económica. Su política oportunista solo los llevó a proteger los intereses del capital y la clase trabajadora fue olvidada a su suerte.

La crítica llegó no solo de forma teórica sino también en forma práctica, pues los tiempos de esperanzas pronto se volvieron en tiempos de tormenta. La izquierda española abandonó a los jilgueros del reformismo y plantearon una posición bastante rebelde: tomar las calles y el abstencionismo. Cuando un partido proletario no quiere tomar las riendas de su destino y quiere encontrar atajos a la transformación del sistema económico, entonces los proletarios le voltearán la espalda. El llamado a no votar tiene sus propios límites, pero emergió de la irresponsabilidad de los lideres de los dos partidos en renegar de la herramienta más poderosa que tienen los dominados modernos: el marxismo.

Frente al declive del gobierno de coalición, la izquierda española tiene un gran reto por delante y es la de organizar a los proletarios dentro de la práctica revolucionaria. El marxismo no puede reducirse a una herramienta de análisis académico, sino su fuerza radica en la capacidad de transformar al mundo. En ese caso, la izquierda solo es una y es la marxista. No votar no puede convertirse en una herramienta revolucionaria por sí misma, sino debe tener como objetivo levantar un movimiento de masas crítico y transformador de este sistema económico. A diferencia de Felipe, nosotros decimos que ser socialista también significa ser marxistas.

Una reflexión conjunta para España y México:

La conclusión básica está en la concordancia de que la izquierda será marxista o no será. Pero, aquí se necesita otra definición política más potente, es decir el marxismo solo podrá florecer dentro de ciertos márgenes políticos específicos que son los que parten de la lectura de Lenin, Trotsky, Stalin Y Luxemburgo. Por eso mismo, Marxismo solo hay uno y este es el marxismo leninismo.