Escrito por: Anahi Morin.

En México la política partidista ha sido tan importante como la lucha obrera, la lucha en las calles. El partido visto como unidad de organización y grupo representativo en el parlamento ha tenido una presencia decisiva en algunos momentos de la historia, la persecución política de sus miembros no debió haber sido gratuita. Es por eso, por lo que la izquierda actual no puede relegarse a secundar las propuestas del pragmatismo socialdemócrata y no debe convertirse en un apéndice del parlamentarismo separando la clase política de la clase obrera.

Hoy en día la política interna de Morena se ha visto permeada de prácticas carentes de conciencia de clase, en las que privan los intereses económicos particulares. Primero por el chapulineo, que ha sido una práctica permanente pero que ha escalado a que los mismos representantes de la oposición que han expresado públicamente su desacuerdo con los ideales de la cuarta transformación. Estos infiltrados son los que han tenido mayor protagonismo en las candidaturas, muy por encima de representantes salidos de las filas del pueblo, su presencia se nota en el dispendio de recursos de sus campañas electoreras.

El peligro que se está subrayando en estas líneas es que el proyecto popular que Morena ha representado en observación a las necesidades de la clase trabajadora bajo el sello de la 4T puede desaparecer por la falta de conciencia de clase de los nuevos representantes de las candidaturas de elección popular salidos de partidos de derecha, especialmente el PAN. Y no solamente que han salido de esa cloaca, sino que personalmente se han opuesto a las reformas más importantes del sexenio y sus propuestas se perfilan no solo para mantener estatus quo, sino para nunca exceder el marco de las reivindicaciones democrático-burguesas.

La derecha ha atacado siempre el actuar de MORENA como antidemocrático, sin embargo, de acuerdo con los cánones de la democracia burguesa, su actuar es más democrático de lo que a los obreros podría convenirnos. Es cierto que ese bastión de lucha no debería perderse porque surgió como un partido en movimiento, pero a veces el mismo movimiento debe tomar las riendas y no solo exigir que la política represente los intereses de los pobres, sino también activar otras formas de lucha como contrapeso de las decisiones unilaterales de los dirigentes del partido.

El camino de la revolución siempre va acompañado de otras formas de lucha y organización, el parlamentarismo que ha abanderado Morena hasta el momento puede enriquecerse de la asamblea, la huelga general entre otras formas de lucha. El romanticismo revolucionario que pretende que la huelga general, los motines y en general las formas violentas son la punta de lanza y la forma prioritaria, también excluye gran parte del espectro de lucha social en las que las masas se hacen más presentes. Sin embargo, la inclusión de todas las formas de lucha no basta cuando una revolución cultural no impulsa la conciencia de clase de los revolucionarios y los dirigentes.

El partido y el movimiento social no deben separarse como parece suceder, sino seguir luchando con los principios teóricos, tácticos y estratégicos del marxismo y recordando que no existe capitalismo que muestre una forma más humanizaste. No hay forma de pactar con nuestro explotador para seguir siendo explotados y los representantes de esta postura se tendrían que alinear o no tener cabida en el proyecto. El evento pragmático es poner a la cabeza al tirano que recorrerá el proyecto a la derecha apelando al voto de un sector de la población que podría ser decisivo pero que no contribuiría a un cambio de conciencia. En este sentido la movilización obrera, la politización de las masas, la revolución de las conciencias y todas las demás formas de lucha cobran el más absoluto sentido, y son necesarias para contrarrestar las políticas pragmáticas del partido y el oportunismo infiltrado.

En palabras de Flora Tristán. ¡Proletarios del mundo, Uníos!