Escrito por: Anahi Morin.

El marxismo en general acepta varias formas de lucha, entre la revolucionaria y la parlamentaria que se enfoca en las reformas legales hay un sinfín de matices y estrategias que deben tener un eje rector para no desviar su sentido:  la lucha de clases, el derrocamiento del sistema capitalista como fin y evitar el método oportunista descrito por Rosa Luxemburgo que es establecer la capacidad de adaptación del capitalismo (como pretexto para no extinguirlo) y considerar como fin la lucha parlamentaria.

La 4T además de la reivindicación de la clase trabajadora se ha propuesto alcanzar la paridad de Género en los puestos estratégicos de la política en el gobierno de AMLO. Las mujeres ocupan cargos cada vez más importantes, esto representa un avance positivo para el movimiento. Sin embargo, hasta ahora lucha por la reivindicación de género en las clases menos favorecidas está lejos de concretarse.

Dentro del marxismo se espera que la lucha por las mujeres dentro del parlamentarismo se aleje del enfoque obcecado que vulnera las garantías constitucionales de la población mexicana en general. Hay sectores dentro del movimiento que en aras de abonar la política de género han dado pie a la trasgresión de la presunción de inocencia, el doble enjuiciamiento, el debido proceso legal, despido injustificado, juicios sumarios, daño moral, denuncia falsa, rescisión libre de contrato laboral, entre otros.  La derecha ha usado la reivindicación de género como un arma en contra de la izquierda aplicando criterios subjetivos para imponer o no imponer la ley dando como resultado que se persigan a personas que olvidaron decir un nombre de una mujer como el caso de Ángel Balderas o personas que denunciaron a políticas panistas que participan de la trata de blancas como en el caso de Gerardo Fernández Noroña, entre otros casos de hombres y mujeres de la 4T en donde ni siquiera tienen una carpeta de investigación y ya se les impide tomar un cargo, se les exige su destitución, o simplemente se les señala de misóginos como al mismo presidente.

La corrupción, la falta de sentido ético de instituciones como el INE, la SCJN allanan el camino de una guerra jurídica que tiene como una de sus armas principales la política de género nacida en las mismas filas de la izquierda mexicana. En estos tiempos es imperativo retomar la dirección que históricamente han dado las comunistas mexicanas tanto en la revolución como en los congresos nacionales de mujeres de 1931 a 1935 como la lucha que muchas emprendieron desde diversas plataformas durante el siglo XX y en la actualidad. La reivindicación del pensamiento de Graciela Amador, María del Refugio García, Concha Michel, Elvia Carrillo Puerto, Consuelo Uranga, María Fernanda Campa y la participación de mujeres Obreras y Campesinas a lo largo del territorio nacional debe ser rescatada y reconocida.

Las comunistas son conscientes del método oportunista y no creen que el enemigo es el varón per se como premisa simplista de la política de género.  Aportan al reconocimiento de la lucha de clases y se poyan en la lucha obrera como baluarte para conquistar el bienestar de las obreras y las campesinas en todos los ámbitos, laboral, sexual, reproductivo, educativo, cultural y su realización como seres humanos en general.

Así como Luxemburgo denunció el método oportunista dentro de la socialdemocracia nos toca señalar dónde está éste en nuestro contexto: La designación de Claudia Sheinbaum como Coordinadora de los Comités de Defensa de la Cuarta Transformación abre no solo la puerta al debate sobre el papel del género en la política sino los alcances y enfoques de esta. “Es tiempo de mujeres” dice la consigna mientras la derecha apuesta sus cartas a una candidata impuesta por la embajada de Estados Unidos Xóchitl Gálvez. No es tiempo de tener una visión ciega del asunto, necesitamos que la tradición comunista de la cuestión de la mujer lidere el rumbo de la transformación.