Escrito por: Gil Mayoraga.

Actualmente se está discutiendo en el Congreso Federal una iniciativa para lograr la reducción legal de la jornada laboral a 40 horas, con miras a que esta iniciativa sea aprobada en este periodo de sesiones o en el siguiente.

Esta iniciativa ha sido impulsada dentro de las reformas del presidente López Obrador y el partido Morena para beneficio de los trabajadores y ha corrido paralelamente a los aumentos del salario mínimo, que este año registrará un aumento histórico del 20%.

 La medida en sí tiene importancia por cuanto choca con la tendencia histórica del Estado mexicano desde el mismo final del periodo cardenista, de alinearse sin ambages con la clase capitalista para aumentar constantemente la jornada laboral y disminuir los salarios. Una tendencia que ha sido “justificada” con la competitividad de la mano de obra del país frente a la de China, lo que más que una justificación es un pretexto para enriquecer a los capitalistas mediante una jornada extensiva que se cobra la salud y el bienestar de los trabajadores y que paradójicamente significa un atraso en la productividad para el país, ya que al disponer los capitalistas de mano de obra con más horas de trabajo preferirán siempre dejar de invertir en las mejoras técnicas de sus procesos, que les obligarían a aprovechar mejor las jornadas menos extensas, y en vez de eso prefieren mejor contratar trabajadores a bajo precio.

En todo caso la iniciativa ha sido combatida frontalmente por la gran burguesía y sus partidos políticos: el PAN, el PRI y el PRD, que han usado artimañas dilatorias para frenarlo en el congreso, aun cuando no se trata de una medida radical ni que vaya al fondo de la cuestión de la explotación del trabajador ni que pretenda terminar con la precariedad laboral y el desempleo. Sin embargo, casi por instinto de clase los capitalistas y sus lacayos partidarios y mediáticos, se niegan a aceptar reformas tan básicas como éstas, que de hecho en el mediano plazo acabarían beneficiando a los propios capitalistas por cuanto depurarían aquellos negocios que solo se sustentan en explotar mano de obra sin mejorar técnicamente su producción; y además ayudarían a incrementar la productividad con trabajadores que tengan más tiempo libre para dedicarlo al descanso o al esparcimiento o simplemente que vivan menos tiempo bajo el estrés laboral.

Por otra parte, con esta iniciativa frente a ellos, los trabajadores tienen un aliciente para continuar y profundizar su lucha por mejores condiciones de vida, y demuestra la importancia de la lucha práctica, la movilización y el reconocimiento del carácter de clase del Estado; poniendo a las claras en qué grado todo está conectado.  También se han puesto a la vista las fuerzas políticas y sociales que se oponen a su bienestar por estar al servicio de los capitalistas y de los intereses de éstos.

Lo que esto implica también es que las cuestiones del bienestar laboral no se pueden quedar en formalismos burocráticos, que la lucha de los trabajadores no se puede quedar en meras promesas de campaña, ya que sin una movilización amplia de los trabajadores las burocracias del Estado solo enterrarán las reivindicaciones de las masas en una pila de papeles.

Por tanto, de lo que se trata ahora es de impulsar y profundizar la lucha por estas reformas, pero sin perder de vista que, con el tiempo, tales reformas pueden ser revertidas por los capitalistas, en cuanto tengan asegurado su control del gobierno, para lo cual tienen las herramientas que les son propias: el soborno y la corrupción de los funcionarios, y por consiguiente, el carácter no democrático de las campañas electorales, que les asegura que invirtiendo suficiente dinero pueden asegurarse candidatos a modo en cualquier partido político, así sea de “izquierda” y electo “democráticamente”.

La lucha por el bienestar es económica pero también política, y es indispensable que los trabajadores la entiendan así.