Escrito por: Jonatan Romero

Bob Black escribió una obra imprescindible para la izquierda que se llama La abolición del trabajo. En la anterior obra, la tesis central dice que 1) “El trabajo es la fuente de casi toda la miseria existente en el mundo” y 2) “Casi todos los males que puedas mencionar provienen del trabajo o de vivir en un mundo diseñado para el trabajo”. En pocas palabras, la economía capitalismo trastoca la actividad productiva humana y el ser humano pierde su condición misma. El producto de su mano se le rebela y se le muestra como algo hostil. La primera critica debe apuntar hacia la producción capitalista como una forma violenta y antihumana y, por eso mismo, la superación de la sociedad burguesa es una cuestión esencial.

Paul Lafarge descifró en El derecho a la pereza que el amor al trabajo es un sentimiento irracional que puede equipararse a la locura. En la modernidad burguesa, los seres humanos se preocupan en exceso por producir, pero no se dan cuenta de la contradicción misma de esa actitud. El trabajo no solo consume horas, sino también se gastan las energías de los hombres, mujeres y niños. En ese sentido, el goce no puede reducirse a una concesión de la burguesía, ya que, en todo caso, está dentro de una política revolucionaria para emancipar a los trabajadores.

Karl Marx orientó la discusión hacia el polo concreto, es decir, la política revolucionaria debe reducir la jornada laboral, no solo por una cuestión moral, sino por una cuestión económica. Los manuscritos económicos – filosóficos de 1844 se enfatiza la siguiente idea: “En Francia se ha calculado, que, dado el estado actual de la producción, una jornada laboral promedio de cinco horas por día para todos lo que son capaces de trabajar alcanzaría para satisfacer los intereses materiales de la sociedad”. Así, la reducción de la jornada laboral no solo parte de bases culturales, porque las condiciones materiales propician ya los elementos necesarios para no laborar más allá de 5 horas diarias y estas estaban dadas ya en el siglo XIX. Mientras los proletarios se empobrecen mientras trabajan casi todo el día y, en el otro polo, los burgueses se vuelven muy ricos sin tener una relación con la actividad productiva.

Ricardo Balderas publicó un texto que se tituló Epístola de un pueblo cansado. La tesis central del texto es que 1) un obrero en la industria de la manufactura reproduce su fuerza de trabajo en 24.6 minutos y el empleador se embolsa 455.22 minutos y 2) En una jornada laboral de 8 horas, el proletariado cubre el valor de medios de subsistencia en 17.44 minutos y la empresa extranjera se queda con las 7 horas y 42 minutos. De esta manera, la vigencia de la reducción de la jornada laboral no forma parte de una aspiración espiritual o de empatía falsa, sino, en todo caso, esta es una necesidad que las condiciones materiales actuales ya garantizan dentro del orden burgués dominante.

Morena llevó una iniciativa a las cámaras donde se propone, por un lado, reducir la jornada laboral de 48 a 40 horas y, por el otro, asegurar al menos dos días de descanso. Aunque, las condiciones materiales exigen medidas más radicales, pero, en todo caso, el análisis marxista pone énfasis en la factibilidad de este avance. La reducción de la jornada laboral no puede adjudicarse como un regalo de los legisladores, sino es una deuda histórica con la clase trabajadora mexicana. Nosotros, los comunistas, somo claros al respecto, tenemos que luchar por una jornada laboral que se reduzca de las 8 a 1 hora por día. No es una cuestión ética sino está dentro de los márgenes técnicos. Hoy más que nunca, el cantico emancipador debe decir: el derecho al ocio.