Escrito por: Gilberto Mayoraga.

 En el momento presente, en América Latina es patente el desgaste de los movimientos de izquierda en general. El debate sobre los programas y sobre la teoría se han desgastado en grado sumo, de manera que se puede observar cómo los revisionismos varios tienen campo para desarrollarse.

Y no es porque el reformismo no haya campeado en los movimientos políticos de los últimos 40 años, sino que no se ve el escalamiento hacia formas superiores de teoría y el ascenso de programas revolucionarios.

 En vez de una teoría que enlace las reformas y la revolución, los movimientos parecen buscar nuevos revisionismos, ya sea del extranjero o bien innovaciones locales.

 Y no puede decirse que los reformistas no hagan su tarea, por cuánto están haciendo renovaciones de su discurso en términos al menos propagandísticos. En el caso de México incluso se han aventurado en un democratismo avanzado con las reformas de la Cuarta Transformación que se están discutiendo y aprobando con la mayoría de Morena en el Congreso de la Unión:  el referendo revocatorio, la reforma judicial, el reconocimiento de los pueblos indígenas, y eventualmente, la no reelección de diputados y senadores.

Cabe señalar que saludamos las reformas que profundizan la democracia así sea la democracia burguesa, pero sin hacer de ellas nunca un fetiche, sin hacer de ellas el camino automático hacia la revolución, hacia el socialismo.

Más bien aquellos que defendemos la teoría y el programa revolucionarios no estamos haciendo nuestra parte, no estamos impulsando su desarrollo ni produciendo el conocimiento necesario acerca de los procesos sociales actuales y elaborando, por ende, los programas correspondientes. Es como si esperáramos que la fuerza teórica de los clásicos marxistas, o sea Marx, Engels y Lenin, brotara de los libros por sí misma. La realidad es que necesitamos ediciones marxistas, tanto de los clásicos como de obras propias, periódicos, medios y redes que discutan y pongan en el discurso cotidiano a Marx a Engels y a Lenin, de lo contrario dejamos el campo abierto al revisionismo del estilo de Dussel o al estilo del franquismo de Gustavo Bueno, entre otros que llegan al extremo de pretender ser la última palabra de la misma teoría marxista (!).

Necesitamos más teoría, no menos, necesitamos más prensa, no menos, necesitamos fundamentar y armar teóricamente a los movimientos y a las organizaciones realmente progresistas y no dejar el campo a aquellas que solamente pasan de progresismo pero que en realidad impulsan un reformismo interesado más o menos encubierto.

El leninismo es el marxismo de la era imperialista, y en él se hallan los fundamentos teóricos más sólidos para enfrentar las coyunturas por venir. Es imprescindible que los movimientos de América Latina aprendan de la teoría leninista y de las experiencias concretas de las revoluciones rusa, china, cubana y vietnamita, etcétera; que transformaron el mundo durante el siglo XX y que aún hoy impactan los procesos políticos y sociales, pese a las toneladas de propaganda que han tenido en contra.

Hay que recordar a Lenin:

“Como práctico, como político, un marxista debería aclarar que solo traidores al socialismo podrían actualmente eludir el explicar que es imprescindible la revolución proletaria (del tipo de la Comuna de París, del tipo de los Soviets, o supongamos de un tercer tipo) que es imprescindible prepararse para ella, hacer entre las masas propaganda para la revolución, rebatir los prejuicios pequeñoburgueses contra ella, etcétera.

Lenin, en el Renegado Kautsky, página 113 y 114.