Escrito por: Jonatan Romero.
Karl Marx publicó su obra más importante un 14 de septiembre, pero de 1867 y a esta la tituló Das Kapital. ríos de tinta se han escrito entorno a este libro, muchos la han querido enterrar en los campos de la historia y otros tantos la han defendido a capa y espada. Algo es muy singular que nadie puede obviar tal texto; ni la derecha y mucho menos la izquierda. La burguesía no ha podido pararse ciertamente de las tesis que ahí detallan explícitamente el carácter necrofílico de la sociedad capitalista. Los portavoces de la clase dirigente han intentado mediante refutaciones, a veces muy especializada y otras muy vulgares, que la crítica a la economía política no se propague por el mundo.
Sobre su vigencia, los especialistas suelen dividirse en dos grandes bandos que pueden sistematizarse en los siguientes: 1) aquellos que afirman que el libro es una obra explicativa del sistema capitalista y 2) aquellos que defienden la tesis de que esta es una herramienta militante. En ese sentido, Enrique Dussel provoca al mundo marxista cuando afirma en sus 16 tesis que Marx desarrolló una economía de la liberación. Puesto que aquí, Adolfo Sánchez Vázquez sería de gran ayuda cuando la lectura de El Capital debería posicionarse en la tesis de que la filosofía de la praxis aparece como el objetivo de las líneas que existen en el texto en cuestión. Ya lo decía muy bien la tesis XI cuando afirma que “Los filósofos no han hecho más que interpretar de diversos modos el mundo, pero de lo que se trata es de transformarlo”.
Marx siempre fue consciente como su libro debería ayudar a la emancipación de los proletariados. Su lucha epistémica también conectó con su vida como militante y, por ende, su pluma se convirtió en el arma más poderosa contra el régimen burgués. El Capital no podía ser de otra manera, por eso la academia traicionó los fundamentos de la obra cuando ellos redujeron las enseñanzas revolucionarias a solo una receta para entender el sistema de la producción de plusvalor. Los proletariados deben entender el funcionamiento de la economía capitalista, porque, con base en esto, ellos podrán ponerle fin a esta fase de la vida decadente y en decadencia. La clase dominante comprende muy bien el peligro de lo que ahí se planteó por el padre del socialismo científico, ya que si los dominados lo toman como suyo entonces el fin de la burguesía sería inevitable.
El valor de uso se convierte en la plataforma revolucionaria por excelencia, debido a que Marx cuestiona el significado de la vida más allá de los órdenes de la sociedad capitalista. Mientras el régimen actual reduce todo a la ganancia, por el otro lado El Capital apuesta por comprender a la naturaleza como la fuerza creadora de la vida en este planeta. Para la clase dirigente, el dinero es la génesis de la humanidad y, para Marx, la fertilidad de la tierra se convierte en el principal proveedor de materiales para que la civilización peda construir en la propia historia. Sin valores de uso no hay vida y sin energía en este medio no pueden existir los valores de uso. La revolución se vuelve en una cuestión de vida o muerte y esto no se escribe de manera metafórica.
El trabajo es un concepto ambivalente en la obra de Marx, porque la economía capitalista utiliza una en su forma abstracta y la otra, en su forma concreta, la desprecia con todas sus energías autoritarias. En la actualidad, el sacrificio se vuelve en el protagonista de la producción humana, mientras que la revolución comunista intenta explorar una dimensión más placentera. La creación no se puede reducir a la producción de ganancia, sino que esta actividad debe extenderse hacia una concepción del disfrute. La humanidad podrá liberarse políticamente si antes lo hace en su dimensión económica. El trabajo no solo es degaste de energías, sino también es la producción de capacidades nunca vista por la humanidad.
La economía de la liberación también es una filosofía de la praxis, pero el proletariado solo podrá lograr esto cuando pueda concebir una forma nueva tanto de la naturaleza como del trabajo. La vida debe verse como una fiesta eterna, diría Bob Black con lo cual estamos de acuerdo. Los días no pueden convertirse en un martirio, en un proceso rutinario o en un sacrificio constante. Pues, todo lo contrario, la creación humana debe ser placer permanente, es decir la felicidad debe ponerse en el centro de la actividad humana. El regalo más hermoso fue poner un pie en este planeta y el corto tiempo que tiene esta especie no puede irse en perseguir un carácter necrofílico, más bien, la vida debería florecer permanentemente dentro de la actividad creadora humana.
La organización económica es también una política, es decir la humanidad no puede proyectar una civilización productiva sino explora la dimensión de la organización gubernamental. Si la democracia burguesa es la toma de decisiones de una clase social pequeña sobre las mayorías entonces la dictadura del proletariado sería la toma del poder de la gran mayoría. Por ende, El Capital siempre indaga sobre una organización consciente de la sociedad y para ello se necesita una forma de política diferente al capitalismo. Aquí, en América Latina, algunos le llaman mandar obedeciendo, allá, en la Europa revolucionaria, le llamarón democracia comunista. Marx era muy claro en este sentido, el fin sería realizar un gobierno mundial de proletariados y ese sueño sigue bastante vigente en el siglo XIX.

La transición de una propiedad privada de los medios de producción a la socialización de estos sería el gran eje que explora Marx en toda su obra. En El Capital, esto no está ausente y los comunistas debería hacer el esfuerzo por recuperar las diferentes disertaciones sobre la propiedad comunista. Algo es cierto, según Marx, el origen de los males en el capitalismo es el amor y la defensa a la sacrosanta propiedad privada, tanto de la tierra como de la técnica moderna. La burguesía defenderá su derecho a controlarlo todo y el proletariado luchará por quitarle ese supuesto derecho divino. Las leyes del capitalismo no solo son las formas en que el capital se apropia del trabajo ajeno, sino también ahí se describen las diferentes tensiones entre la tendencia al valor de uso y la del valor que se valoriza.
La conclusión política de El Capital es que la humanidad debe construir una forma de fertilidad comunista. Es decir, la vida debe dejar el ritmo de la tasa de ganancia y el florecimiento de la vida debe ponerse en el centro de la humanidad. Mientras, la fertilidad burguesa desfasa la recuperación de la tierra con base en la acumulación de capital, por el otro lado, la fertilidad comunista deberá poner en el centro la potencia de la vida. Mientras una enferma a la humanidad y a la naturaleza, por el otro, la otra busca sanar y regenerar permanentemente el equilibrio entre ser humano y la tierra. En ese sentido, si el carácter midáico crea una civilización de desesperación, entonces el carácter revolucionario apostará por una forma en donde la felicidad sea la conquista de la lucha del proletariado. De ese tamaño es la obra de Marx y de ese tamaño es la tarea de sus lectores.
El capital es una obra inconclusa, pero al mismo tiempo es concluyente. Es decir, el propósito queda muy claro que, en todo caso, se sintetiza en desnudar a la economía burguesa. Pero, la tarea revolucionaria sigue ahí y no se ha acabado en este sentido. Si Marx hizo una crítica al pensamiento burgués y lo colocó bajo sus propios pies, entonces el comunista del siglo XXI debe hacerlo en este tiempo y en este espacio con los pensadores socialista del siglo XX. La revolución nueva debe pasar de la crítica a la economía política a la crítica a la economía socialista, o, en otras palabras, los denominados marxistas deben finalizar la lógica del capital y llevarla a una lógica comunista. Este fin no solo puede estar en el mundo de las ideas, sino que se debe llevarlo al mundo de la vida cotidiana. El comunismo no solo será una lucha ontológica, sino también política y económica. El enfrentamiento saldrá de los libros y llegará a las calles. El proletariado deberá tomar los libros para luego apropiarse de los medios de producción.
Como diría la gran Flora Tristán:
¡Proletarios del Mundo Uníos!